Hey life, give me some fucking meaning.

martes, 23 de noviembre de 2010

CHAPTER 5.

Al salir de la ducha encontré un papelito pegado cuidadosamente en el espejo que con letras rojas y una caligrafía perfecta anunciaba que Alex y los demás me esperarían abajo. Despegué la nota. Ahora el espejo me devolvía una imagen distorsionada de lo que había sido anteriormente. Sin lugar a dudas estaba bastante más delgada y mi piel, ya clara de por sí, había descendido varios tonos más de color. A pesar de haber descansado lo suficiente, se podían adivinar suaves sombras oscuras bajo mis ojos que a su vez se veían más cansados y opacos que nunca. Hasta mi preciosa melena había perdido parte de su brillo. La pierna derecha estaba brutalmente arañada por el asfalto, además del lateral de la cadera del mismo lado que presentaba algunos rasguños.

Después de arreglarme, bajé a la recepción del hotel y, en efecto, ahí estaban pasando el rato jugando a las cartas.

-Buenos días Bella Durmiente- saludó Lucas con una infantil sonrisa.

Alex enseguida se colocó a mi lado y me pasó una mano por la espalda como si quisiera protegerme de algo. Agradecí ese simple gesto que encerraba más significado para mí de lo que me habría gustado reconocer.

-¿Qué vamos a hacer hoy?- le pregunté a la vez que me apartaba un molesto mechón cobrizo de la cara.

-Vamos a pasar el día en el centro viendo cosas, ¿qué te parece?- inquirió alzando una ceja, cosa que me encantaba que hiciera.

-Me parece perfecto, ¿veremos también tiendas?- indagué con una inocente sonrisa.

-Todas las que quieras.

Sin habernos dado cuenta habíamos bajado el tono de voz hasta tal punto de convertirla en meros susurros que volaban de su boca a la mía, ocupando la poca distancia que separaba nuestros labios.

Un grito de victoria que anunciaba el triunfo de la partida de cartas por parte de Lucas, nos devolvió de golpe a la realidad y conseguimos separarnos un poco. Pero no del todo.

Para ir al centro cogimos el metro. Una vez allí nos recorrimos Oxford Street arrasando con todas las tiendas, sobretodo HMV, el enorme almacén de música.

Conocimos a un vagabundo que por dos libras accedió a dejarle a Alex su maltratada guitarra para tocarme una canción que pretendía sonar como Hey There Delilah de Plain White T’S. Tras varios intentos y con bastante esfuerzo conseguí adivinar un fragmento que canté bajito. La voz de él complementó la mía y se fundieron bailando al son de una misma melodía.

Dimos una vuelta por Hyde Park y acabamos encorriéndonos y empapándonos con los chorros de agua que adornaban la fuente. Propuse coger un autobús, de esos rojos para los turistas que no tienen techo en la planta de arriba, sugerencia que fue aceptada por el grupo y donde me dejé una cuarta parte de la memoria de la cámara de fotos.

Al final del día y antes de coger el metro de vuelta, estuvimos paseando por Trafalgar Square disfrutando de una cosa tan simple como un helado. Supe apreciar el valor de las pequeñas cosas y momentos, que aunque casi imperceptibles, hacen que la vida sea genial. No esperes que lleguen esas grandes ocasiones, que al instante desaparecen y en las que crees que te vas a sentir realizado por dentro, porque la vida está llena de pequeños detalles imprescindibles e irremplazables en los que la felicidad se hace tan presente que hasta puedes rozarla con la punta de los dedos.

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