Cuando subimos al avión, Alex se sentó a mi lado.
-No te preocupes, no te abandono- dijo guiñándome un ojo.
-No esperaba menos- le contesté alzando una ceja.
Nos volvimos para ver como una azafata regañaba a un amigo de Alex que se había encendido un cigarro y se negaba a tirarlo porque “valía pasta y estábamos en crisis”.
-Bah- se volvió hacia mí- están todos locos, ya verás como enseguida te integras en el grupo.
Después de estar hablando un rato y mientras me contaba su vida por fascículos, se me cerraron los ojos.
- Lisa, Liiiiiiiisa…- Alex me miraba desde su asiento.
-¿Mmm?- me desperecé.
-Ya hemos llegado. Y límpiate la babilla, se que soñabas conmigo.
Recién despierta, no se me ocurrió ninguna sutil contestación y procedí a darle un suave puñetazo en el brazo. Sonrió y me besó la frente.
Fuimos a coger las maletas y nos dirigimos directamente al hotel. Ellos ha habían estado allí antes así que no tuvimos problemas en encontrarlo.
La recepción era enorme y había gente por todas partes. Sobre el suelo de mármol color beige se alzaban unas solemnes columnas de igual material de una tonalidad granate que parecían rozar el mismísimo cielo. Los rayos de luz, filtrándose a través de los multiformes cristales de la bóveda del techo, formaban en el centro de la estancia una composición de colores y formas extrañamente bonita.
Me sobresalté al oír la voz de Alex que me susurraba muy bajito al oído:
- Cierra la boca niña, ¿otra vez pensando en mí?- rió entre dientes.
Cuando me volví para contestarle ya se había ido y me esperaba en el ascensor con la puerta abierta.
-Las damas primero- dijo haciendo una reverencia al tiempo que una pícara sonrisa asomaba por sus labios.
-¿Cómo te gusta vacilarme, eh?- entré en el ascensor y cerré la puerta que rápidamente volvió a abrirse antes de darme tiempo a presionar un botón.
-¿Pensabas escapar?- preguntó con el ceño fruncido intentando parecer el malo de la película.
El ascensor se puso en marcha y Alex se aproximó a mí con su típica mueca de fingido enfado. Se acercó mucho, demasiado.
-Ahora estamos solos y sufrirás las consecuencias, muahahaha- hizo una imitación bastante mala de risa malvada.
La puerta del elevador se abrió con un imperceptible chirrido y las risas de sus amigos irrumpieron en escena.
-¡Pero déjala respirar, hombre!
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