Hey life, give me some fucking meaning.

jueves, 30 de septiembre de 2010

CHAPTER 1.

“Sólo te quedan dos meses” “sólo dos meses…” “sólo dos meses…”

La frase del doctor seguía repitiéndose en mi cabeza una y otra vez mientras salía de la consulta.

Era un día lluvioso, de esos que no gustan a nadie excepto a mí, pero no dejaba de darle vueltas a los dos minutos pasados que habían cambiado el rumbo de mi vida hacia la tormenta. Sumergida y absorta totalmente en mí y mis pensamientos, llegué a casa sin darme cuenta. Suspiré de alivio al comprobar que no había nadie ya que aunque hubiera intentado desviar el tema, suponía que mi cara me delataría y al mínimo consuelo de mi madre rompería a llorar. El teléfono comenzó a sonar resquebrajando esos pensamientos.

-Buenas tarde amor- reconocí esa voz al otro lado de la línea.

-No son tan buenas- susurré sinceramente.

-¿Qué ocurre?- preguntó preocupado con un timbre más alto del habitual.

Se produjo un corto silencio. No sabía que decir, no sabía que hacer, no quería ni podía mentir y menos a él.

-Nada importante… simplemente me encuentro un poco mal- conseguí tartamudear.

- Hoy hace dos años que nos conocemos.

-Lo se.

-Pensé… que te gustaría hacer algo juntos- comentó un tanto indeciso.

Otro silencio, y este más largo. Se podía sentir un atisbo de tensión e incertidumbre en aquel, para él, extraño lapso de tiempo.

-Sí, claro, por qué no…

-¡Estupendo!- saltó sin querer esconder su entusiasmo- pasaré a las 8 por tu casa-anunció más calmado. Y colgó.

“Guay Lisa, te has lucido.” Susurré en voz baja mientras colgaba el teléfono de nuevo en la estantería.

Subí a mi habitación a escuchar música. Probablemente lo único que podía hacer que me sintiera mínimamente mejor. Inserté el disco en la mini cadena y el sonido de “Airplanes” envolvió la estancia.

Me tumbé sobre la colcha intentando relajarme y no pensar, propósito que conseguí, y en poco rato el sueño vino a acurrucarse junto a mi cama.

Desperté a la media hora, poco a poco, al tiempo que “Fall for you” penetraba en mis oídos y todo el peso de la realidad calló como una gran losa encima de mí amenazando con aplastarme. Un único y simple objetivo se había colado en mi cabeza mientras dormía: huir.

Sabía que no podía huir de esto que iba formándose dentro de mí, pero sí podía escapar de mis padres, de mi novio, mis amigas… todas aquellas personas que quería y no podía verlas sufrir por mí.

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